Experimentando el gusto de ser administradores

Si todo lo que tienes no es realmente tuyo… ¿cómo cambia eso tu manera de vivir? Dios no solo te bendice, te confía. Y ser buen administrador no se trata de tener más, sino de cuidar bien lo que ya tienes.

Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: EXPERIMENTANDO EL GUSTO DE SER ADMINISTRADORES, una reflexión de Austin Pryor.

Sin importar qué momento de nuestra vida estemos viviendo, es bueno no quedarse atrapado en el pasado, sino disfrutar el presente y anticipar un futuro prometedor. Nuestros fracasos, tanto financieros como de otro tipo, quedaron atrás. Por supuesto, también nuestros éxitos. No podemos confiarnos en esos logros pasados. Podemos enfrentar cada día con una hoja en blanco. Nuevas oportunidades nos esperan y aún hay mucho por hacer.

Las responsabilidades de ser un administrador la tenemos todos, y Dios nos ha dado ese encargo de por vida. Él es el dueño, como nos dice 1 Crónicas 29:11: «Tuyos, oh Señor, son la grandeza, el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo, oh Señor, y este es tu reino. Te adoramos como el que está por sobre todas las cosas» (NTV). Pero nos ha puesto como administradores de lo que es suyo. Como Jesús expresó en una de sus parábolas: «Porque el reino de los cielos es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes» (Mateo 25:14, RVC).

Cada uno de nosotros tiene un pequeño terreno en el que servimos en Su viña, y debemos trabajar conforme a los dones que Él nos ha otorgado. En cuanto a asuntos financieros, debemos ser diligentes en nuestro trabajo (ver Colosenses 3:23-24); sabios en nuestro gasto (ver Proverbios 21:20); propositivos en nuestro ahorro (ver Proverbios 6:6-8); estratégicos en nuestra inversión (ver Eclesiastés 11:2); y generosos en nuestros recursos (ver 2 Corintios 9:7).

Como seguidores de Cristo aprendemos a hacer todo «en el nombre del Señor Jesús» (ver Colosenses 3:17); es decir, en Su lugar o representación. Eso también significa aprender «…cumplir todas las cosas que [Él ha] mandado…» (Mateo 28:20, RVC). En la presencia del Señor nuestra vida interior será transformada, y nos convertiremos en personas que manifiestan Su proceder natural (y sobrenatural). A los ojos de Jesús, no hay razón válida para no hacer lo que Él dijo que hagamos, porque solo nos ordena hacer lo que es mejor.

Así que debemos ser obedientes porque eso es lo que hacen los discípulos. Pero esa última frase, «Él solo nos ordena que hagamos lo mejor», debe consolarnos y alentarnos. Dios tiene toda la mejor información sobre lo que hace feliz y plena la vida, y nos ha dado estas indicaciones para nuestro bien.

Y cuando usamos nuestros dones con obediencia, hacemos para lo que fuimos creados: glorificar a Dios y ayudar a avanzar Su reino. No hay nada más satisfactorio personalmente. Esto lo vemos en la galardonada película Chariots of Fire (Carros de fuego), que relata en parte la historia de Eric Liddell, un escocés que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1924 y luego fue misionero en China.

Mi parte favorita de la película es la trama secundaria entre Eric y su hermana Jennie, quien teme que correr lo aleje de sus esfuerzos misioneros. En una escena, Eric le cuenta a Jennie la buena noticia de que fue aceptado por la sociedad misionera para ir a China. Luego añade: «Pero primero tengo que correr mucho. Jennie, tienes que entender que creo que Dios me hizo para un propósito —y ese es ir a China—. Pero también me hizo rápido, y cuando corro siento Su gusto… Ganar es honrarlo».

En un momento emotivo más adelante, vemos a Eric en los momentos finales de su carrera. Con la cabeza hacia atrás, piernas en movimiento, brazos agitándose, está emocionado, habiendo dado lo mejor de sí en aquello que creía que Dios lo había llamado a hacer. Dios fue honrado y la carrera de Eric atrajo atención y apoyo a su trabajo misionero.

Cada uno de nosotros tiene muchas formas en que se nos llama a servir al Señor. Ejercer una mayordomía guiada por el Espíritu, manejando apropiadamente los recursos que Dios nos confía, es una de ellas. Es tu carrera. Corre con pasión.

Preguntas para Reflexión y Diálogo

  1. ¿Cómo te hace sentir leer que Dios es dueño de «todo en el cielo y en la tierra», incluyendo tus recursos financieros y todas tus posesiones materiales? ¿Crees que eso es verdad? ¿Por qué o por qué no?
  2. ¿Qué crees que significa en un sentido práctico y cotidiano ser mayordomo o administrador de lo que Dios posee y ha confiado a tu cuidado?
  3. ¿Crees que es cierto que «Él solo nos dice que hagamos lo mejor»? ¿Qué pasa cuando tus planes bien considerados, incluso orados, no resultan como esperabas o deseabas?
  4. ¿Alguna vez has «sentido el agrado de Dios» mientras hacías o perseguías algo, como Eric Liddell, o has creído que Dios te ha llamado y dotado para algo específico? Explica tu respuesta.

Desafío

Esta puede ser una buena semana para pausar y reevaluar tu actitud hacia las cosas que «posees», considerando la enseñanza bíblica de que Dios es dueño de todo y que debemos servir como sus mayordomos o administradores de lo que nos ha dado.

Podría ser útil reunirte con un grupo pequeño, quizá tu equipo CBMC si perteneces a uno, o con un amigo o mentor de confianza, para compartir tus perspectivas y escuchar las suyas. ¿Qué cambios —si los hay— concluyen que serían necesarios?

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