Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: EQUILIBRIO PARA UNA VIDA CON INTENCIÓN, una reflexión de Erenia Mendoza.
La vida moderna a menudo nos empuja a un a productividad con un ritmo frenético. Como consecuencia, podemos descuidar la salud, las relaciones y el bienestar espiritual. Pero quienes seguimos a Cristo en el mundo laboral estamos llamados a esforzarnos por una vida equilibrada, reflejando los valores del Reino de Dios en todas las áreas de nuestra vida. La «regla 8+8+8» ofrece un modelo sencillo para ayudarnos a lograr este equilibrio: 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas para el ocio y las actividades personales. Con Dios como centro de estas áreas, podemos vivir con intención y propósito. Veamos lo siguiente:
8 horas de trabajo. La Biblia nos enseña que el trabajo es un llamado divino. En Colosenses 3:23, se nos recuerda: «Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente». Cuando aplicamos esta perspectiva, el trabajo se convierte en una forma de adorar a Dios, sirviendo a los demás con excelencia y dedicación. En nuestro trabajo, buscamos reflejar las tres H: comenzando con Honestidad. Proverbios 12:22 dice: «El Señor aborrece a los de labios mentirosos, pero se complace en los que actúan con lealtad» [NVI]; luego Humildad. Santiago 4:6 expresa: «Y él da gracia con generosidad. Como dicen las Escrituras: “Dios se opone a los orgullosos pero da gracia a los humildes”» [NTV]; y, finalmente, Humor. Proverbios 17:22, dice: «Un corazón alegre es la mejor medicina; un ánimo triste deprime a todo el cuerpo» [RVC]. Estos principios pueden transformar el entorno laboral.
El autor Tim Keller escribió: «Los cristianos deben dedicarse plenamente al trabajo como personas completas, dedicando su mente, corazón y cuerpo por completo a realizar el mejor trabajo posible en la tarea en cuestión». Cuando ponemos a Dios en el centro de nuestro trabajo, todo se convierte en una expresión de su gracia y propósito en nuestras vidas.
8 horas de descanso. Dios nos enseña a descansar. El descanso no es solo una pausa, sino una forma de renovación física, mental y espiritual. En Éxodo 20:8-10, el mandato de reservar tiempo para el Sabbath nos recuerda: «… guardar el día de descanso al mantenerlo santo. Tienes seis días en la semana para hacer tu trabajo habitual, pero el séptimo día es un día de descanso y está dedicado al Señor tu Dios. Ese día, ningún miembro de tu casa hará trabajo alguno. Esto se refiere a ti, a tus hijos e hijas, a tus siervos y siervas, a tus animales y también incluye a los extranjeros que vivan entre ustedes» [NTV].
Aquí, las tres S que pueden guiarnos a ello: primeramente, Silencio. El Salmo 46:10, dice: «¡Quédense quietos y sepan que yo soy Dios! Toda nación me honrará. Seré honrado en el mundo entero» [NTV]; luego Soledad. En Marcos 1:35, leemos: «Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba» [RVR 1960]; y Sabbath. Éxodo 20:8-10, nos pide dedicar tiempo a escuchar la voz de Dios, reflexionar en su Palabra y descansar en su presencia.
8 horas de ocio y actividades personales. Dios nos creó para vivir en comunidad, lo que incluye momentos de ocio y relaciones interpersonales. Eclesiastés 3:1 nos recuerda: «Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo» [NVI]. El ocio y las actividades personales deben incluir tiempo con la familia, los amigos y también con Dios.
Aquí podemos usar las tres F: Para comenzar Fe. Hebreos 11:1, expresa: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» [RVR 1960]. Luego a F de Familia. Efesios 5:25, dice: «Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella», y amigos Fraternos. Proverbios 17:17, nos recuerda: «Un amigo es siempre leal, y un hermano nace para ayudar en tiempo de necesidad» [NTV]. Estas tres F nos ayudan a centrarnos en lo que realmente importa, fortaleciendo nuestra relación con Dios, con los demás y con nosotros mismos.
Siguiendo la regla del 8+8+8, alineada con los principios bíblicos y las 3 F, las 3 H y las 3 S, encontramos el camino para vivir vidas más equilibradas e intencionales. El equilibrio no es un lujo, sino una necesidad para cumplir nuestro propósito al trabajar con excelencia, confiar plenamente y cultivar relaciones que honran a Dios.