Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: EL «DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS» PUEDE SER TODOS LOS DÍAS, una reflexión de Robert J. Tamasy.
Cada año, en todo Estados Unidos se celebrará el Día de Acción de Gracias, como se ha hecho desde 1863. Sin embargo, la práctica se remonta a principios del Siglo XVII, cuando los inmigrantes de Inglaterra lo convirtieron en una celebración anual. Esto también forma parte de las tradiciones de otras naciones, como Canadá, Santa Lucía, Liberia y, de manera no oficial, en países como Brasil, Alemania y Filipinas.
Incluso en países donde no se celebran formalmente las celebraciones del Día de Acción de Gracias, el simple acto de sentir y expresar agradecimiento es apropiado. No necesitamos un decreto del gobierno para reflexionar sobre aquellas cosas por las que estamos agradecidos. De hecho, todos los días pueden ser un «día de acción de gracias» si así lo decidimos.
La pregunta es: ¿A quién debemos estar agradecidos? ¿Y por qué? En el lugar de trabajo podemos estar agradecidos de muchas maneras: A los empleadores o jefes por los trabajos que tenemos. A los clientes que permiten que nuestras empresas existan. Si somos dueños de una empresa, podemos estar agradecidos por las oportunidades, habilidades y talentos que poseemos, a los empleados y patrocinadores que aprovechan lo que tenemos para ofrecer.
Podemos sentirnos agradecidos por la educación, la capacitación, la experiencia y la pericia sin las cuales no podríamos sobresalir en el trabajo que hacemos. Sin embargo, en última instancia, especialmente si somos seguidores de Jesucristo, debemos dirigir nuestro agradecimiento al Señor por proporcionarnos todo lo que necesitamos.
El rey David de Israel, que había logrado mucho durante su vida y reinado, entendió que Dios era la fuente de todo lo que era y poseía. Ante una gran asamblea oró:
«¡Oh, SEÑOR, Dios de nuestro antepasado Israel, que seas alabado por siempre y para siempre! Tuyos, oh SEÑOR, son la grandeza, el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo, oh SEÑOR, y este es tu reino. Te adoramos como el que está por sobre todas las cosas. La riqueza y el honor sólo vienen de ti, porque tú gobiernas todo. El poder y la fuerza están en tus manos, y según tu criterio la gente llega a ser poderosa y recibe fuerzas…» [1 Crónicas 29:10-12 NTV].
David, el autor de gran parte de los Salmos, hizo eco de esos pensamientos en muchos otros capítulos de alabanza. Por ejemplo, declaró:
«Te doy gracias, oh Señor, con todo el corazón; delante de los dioses cantaré tus alabanzas. Me inclino ante tu santo templo mientras adoro; alabo tu nombre por tu amor inagotable y tu fidelidad, porque tus promesas están respaldadas por todo el honor de tu nombre. En cuanto oro, tú me respondes; me alientas al darme fuerza. Todos los reyes del mundo te darán gracias, Señor, porque cada uno de ellos escuchará tus palabras. Así es, cantarán acerca de los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es muy grande» [Salmo 138:1-5 NTV].
Podríamos citar muchos otros pasajes de la Biblia, pero el punto es simple: Nuestros días pueden y deben ser días de agradecimiento por tantas cosas, como nuestros cónyuges y familias; la salud; los recursos materiales que Dios nos ha confiado; las puertas que se abrieron para que llegáramos a donde estamos actualmente en nuestras carreras; los éxitos que hemos disfrutado y, también, nuestros fracasos. Porque como leemos en las Escrituras:
«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» [Santiago 1:2-4 RVR].
En los buenos y malos momentos, en el triunfo y en la adversidad, ¡cada día puede ser un «día de acción de gracias»!