El poder de decir las palabras correctas

¿Qué tan tentador es enviar mensajes impulsivos a otras personas cuando experimentas emociones fuertes? ¿Alguna vez has enviado un correo electrónico, un mensaje de texto o has dejado un mensaje de voz del que luego te arrepentiste?

Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: EL PODER DE DECIR LAS PALABRAS CORRECTAS, una reflexión de Robert J. Tamasy.

Vivimos en tiempos sin precedentes. Las ondas de radio están llenas de palabras, al igual que Internet. Gracias a las redes sociales, cualquier persona con la capacidad de hablar puede publicar cualquier información, idea y opinión que elija presentar. Debido a que las noticias de televisión ahora son las 24 horas del día, los 7 días de la semana, no hay fin para los comentarios y exposiciones sobre las noticias y los eventos del día. Las 24 horas del día deben estar llenas de sonido, no de silencio. Como resultado, podríamos decir que nunca en la historia de la humanidad se ha dicho tanto por tanta gente… sobre tan poco.

Una consecuencia de esto es que las personas están tan ansiosas por hablar que a menudo no se detienen a considerar lo que están diciendo. Positivas o negativas, amables o duras, abren la boca y dejan que las palabras salgan volando. Me recuerda a Proverbios 10:19 que advierte: «Hablar demasiado conduce al pecado. Sé prudente y mantén la boca cerrada» [NTV].

Pero incluso si optamos por no dejarnos atrapar por el caos comunicacional de las redes sociales y limitamos nuestra exposición a las calificaciones que son tan comunes en los medios masivos, aún no somos inmunes al poder de las palabras para bien o para mal. Podemos ser los perpetradores o las víctimas (o ambos) de palabras utilizadas sin cuidado.

El correo electrónico es una forma maravillosa y rápida de comunicarse. Pero si no tenemos cuidado revisando y reconsiderando primero lo que hemos escrito antes de presionar «Enviar», es posible que nos arrepintamos más tarde. Especialmente si lo que escribimos es en un momento de enojo o alta emoción. Lo mismo puede suceder cuando dejamos mensajes de voz o mensajes de texto en nuestros teléfonos inteligentes. Lo que sonaba bien y apropiado al principio puede causar una angustia considerable más tarde.

Dado que la comunicación efectiva es tan esencial para el mundo empresarial y profesional del Siglo XXI, pero al mismo tiempo tan desafiante, aquí hay algunos principios de la Biblia que pueden sernos útiles: Elijamos nuestras palabras sabiamente. He conocido personas que estaban más que ansiosas por darles a los demás una parte de su mente que no podían darse el lujo de perder. Debo admitir que yo mismo he sido culpable de ello en ocasiones. Si consideramos de antemano el impacto que tendrán las palabras que queremos decir, podemos determinar si serán beneficiosas o destructivas. «El consejo oportuno es precioso, como manzanas de oro en canasta de plata. La crítica constructiva es, para quien la escucha, como un pendiente u otras joyas de oro» [Proverbios 25:11-12 NTV]. Consideremos lo siguiente:

1. Usemos nuestras palabras como herramientas para edificar, no para derribar. En nuestro mundo —y en los negocios, donde pasamos gran parte de nuestro tiempo— encontramos mucha negatividad, que a menudo implica palabras dichas y escritas con malas intenciones. No es necesario que contribuyamos a ello. Si usamos palabras que eleven en lugar de destruir, podemos marcar una diferencia significativa. «No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan». [Efesios 4:29 NTV].

2. Contrarresta las palabras que son hirientes. ¿Alguna vez has visto a alguien que ha sido el blanco de palabras de enojo o venganza? Quizás tú mismo hayas sido uno de ellos en algún momento. Conociendo el dolor y la incomodidad que pueden causar las palabras hirientes, deberíamos esforzarnos en ofrecer palabras que sanen, alienten e inspiren. «Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina» [Proverbios 12:18 RVR]. No seas parte de la enfermedad de las comunicaciones. Más bien, esfuérzate por ser parte de la cura.

Más de Maná del Lunes