Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: DEJA IR LOS PEQUEÑOS FRACASOS, una reflexión de Jay Emory.
Hace poco me encontré con una cita muy interesante del reconocido consultor de liderazgo John Maxwell. Me sirvió como un buen recordatorio. Tal vez también lo sea para ti. Escribió: «Un pequeño progreso es mejor que ningún progreso. El éxito se logra dando muchos pasos pequeños. Si tropiezas en un pequeño paso, rara vez importa. No envuelvas la basura para regalo. Deja ir los pequeños fracasos».
Si hay una lección que mi esposa ha aprendido junto conmigo en nuestro matrimonio, es esta: «Deja ir los pequeños fracasos».
Hace poco celebramos nuestro aniversario de bodas y las personas cercanas a mí saben que he tenido que pedirle perdón a mi esposa muchas veces a lo largo de los años. ¡Ella ha tenido que dejar ir muchos de mis pequeños fracasos!
Por favor, no me malinterpretes: nuestras vidas no han estado llenas de fracasos. De hecho, asumo que soy un buen esposo. Pero me doy cuenta de que hemos sido bendecidos más allá de toda medida, y nuestros 33 años juntos son una buena prueba de ello. Pero, como todos los demás, ya sea que estemos casados o solteros, debemos tratar con las personas con las que nos encontramos todos los días: compañeros de trabajo, clientes, amigos y cónyuges que, en ocasiones, hacen o dicen cosas que no están a la altura de las expectativas. A veces, sus palabras y acciones, así como las nuestras, son francamente decepcionantes.
La clave, como dijo Maxwell, es seguir avanzando, perseverar en el camino incluso cuando experimentamos pequeños fracasos. Entonces, antes de que te des cuenta, como ha sido el caso en nuestro matrimonio, ¡han pasado 33 maravillosos años! Lo mismo puede ser cierto para forjar una carrera laboral exitosa.
Dejar atrás los pequeños fracasos implica más que la mente. También implica la lengua. ¿Cuántas veces a lo largo de los años has escuchado sermones en la iglesia o has participado en conversaciones sobre el poder y el peligro de las palabras que decimos? La importancia de «domar la lengua» se aborda directamente en Santiago 3. Después de afirmar que «todos tropezamos de muchas maneras» [ver Santiago 3:2], nos explica que, así como un caballo es controlado por un pequeño freno en su boca, y un pequeño timón guía a todo un barco, la lengua puede ser una poderosa influencia para bien o para mal:
«De la misma manera, la lengua es algo pequeño que pronuncia grandes discursos. Así también una sola chispa puede incendiar todo un bosque. De todas las partes del cuerpo, la lengua es una llama de fuego. Es un mundo entero de maldad que corrompe todo el cuerpo. Puede incendiar toda la vida, porque el infierno mismo la enciende» [Santiago 3:5-6 NTV].
Esta es una dura realidad a la que todos nos enfrentamos. Como continúa el pasaje, «A veces alaba a nuestro Señor y Padre, y otras veces maldice a quienes Dios creó a su propia imagen. Y así, la bendición y la maldición salen de la misma boca. Sin duda, hermanos míos, ¡eso no está bien!» [Santiago 3:9-10 NTV]. Por eso, cuando interactuamos con compañeros de trabajo, amigos e incluso con nuestro cónyuge, debemos recordar «dejar pasar los pequeños fracasos». Una forma de hacerlo es refrenar nuestras lenguas, resistir la tentación de decir cosas de las que luego nos arrepentiremos, convirtiendo los pequeños fracasos en grandes problemas.
Si hay algo que todos deberíamos haber aprendido a lo largo de los años, es que el mañana puede parecer muy diferente del hoy. Por esta razón, debemos esforzarnos por no permitir que las cosas pequeñas dañen las grandes relaciones que tenemos en el trabajo o en el hogar. La vida, la salud y las relaciones son preciosas y no deben darse por sentadas.
Como dice sabiamente Proverbios 19:11: «Es de sabios tener paciencia, y es más honroso perdonar la ofensa» [TLA]. Esto no solo es sabio, sino también lo más honorable.