Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: UNA HISTORIA PERSONAL DE TRANSFORMACIÓN, una reflexión de Marty Hardell.
Hace años trabajé con un ingeniero profesional al que llamaré Jim, un hombre muy religioso conocido por su comportamiento estoico y profesional. Inicialmente desconfiado de las creencias de colegas de diferentes denominaciones, Jim se vio arrastrado a una relación de discipulado que cambiaría su vida para siempre.
Al participar en conversaciones semanales con Jim a la hora del almuerzo, centradas en la Biblia, su corazón se ablandó, su fe se profundizó y su perspectiva cambió. Lo que comenzó como una exploración cautelosa floreció en un vibrante viaje de fe, marcado por la alegría, el crecimiento y una nueva pasión por Cristo. Un día, mientras nos reuníamos para nuestro estudio a la hora del almuerzo, el serio y siempre profesional Jim exclamó con entusiasmo infantil: «¡Creo que me estoy volviendo un fanático de Jesús!». En ese momento, vi Lucas 24:45 cobrar vida: «Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras» [RVR1960]. Considera algunas cosas en las que necesitamos abrir el entendimiento:
1. La distracción del trabajo. Cuando entramos a la oficina o abrimos nuestras computadoras portátiles, nuestro enfoque principal a menudo gira en navegar las rápidas corrientes de nuestra vida empresarial y profesional. Pero durante las exigencias de nuestro trabajo, ¿cómo podemos administrar eficazmente el tiempo que nos confían nuestras empresas o clientes, y al mismo tiempo cumplir con nuestro llamado bíblico a ser hacedores de discípulos?
En Mateo 28:19-20, Jesucristo establece la misión fundamental, Su Gran Comisión: «Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos los mandatos que les he dado. Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos» [NTV]. Este mandato no es sólo para pastores o misioneros; es para cada seguidor de Cristo, incluidos aquellos de nosotros en el mundo empresarial y profesional.
2. El poder del discipulado. Hacer discípulos implica más que simplemente comunicar el Evangelio; se trata de guiar a otros en su camino de fe y enseñarles a seguir a Jesús en todos los aspectos de la vida. En el lugar de trabajo, donde el éxito a menudo se cuantifica mediante métricas y logros, el discipulado presenta un paradigma diferente, uno arraigado en las relaciones, el crecimiento y un llamado superior.
Imagina un lugar de trabajo donde los líderes no sólo gestionan tareas, sino que invierten en las personas; donde los colegas no sólo compiten por un puesto sino que colaboran; y donde el éxito no se mide únicamente por los logros individuales sino por la transformación colectiva de una comunidad comprometida con el crecimiento.
3. Superar barreras con gracia. Si bien el llamado al discipulado es claro, implementarlo en el lugar de trabajo puede resultar desalentador. Los temores a traspasar los límites y las sensibilidades culturales pueden plantear desafíos. Sin embargo, hay esperanza en la creencia de que donde Dios llama, Él equipa. El discipular a otros comienza con humildad: voluntad de aprender, adaptarse y crecer. Implica entornos donde se valora la autenticidad, se da la bienvenida a la vulnerabilidad y se priorizan las relaciones.
4. Iniciar una relación de discipulado. Iniciar una relación de discipulado en el lugar de trabajo requiere un simple acto de fe: un gesto de amistad y cuidado genuino. Puede comenzar con una invitación a tomar un café o almorzar, una oferta para orar juntos o un interés compartido en estudiar las Escrituras. El discipulado no se trata de tener todas las respuestas, sino de caminar unos junto a otros en la fe, aprender y crecer juntos. Vemos esto resumido en 2 Timoteo 2:2: «Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros» [NVI].